Suponiendo que logro que ella deja que se la meta. Ella, esa
misma. La de ojitos dormilones. Después de besarnos y de yo agarrarle las
chichis y meterle mano a la entrepierna, que consiga encuerarla, y yo sacármela
y apuntársela en la entrada de su cueva vaginal, darle unos golpecitos antes como
tocando la puerta. Y se la meto hasta adentro, y ella parece disfrutarlo y se
mueve torpemente mientras trata de atraparme por el pito con sus paredes
vaginales provocándome un enorme placer; ejercicios kegel, olores, sensaciones.
Y yo deseo terminar adentro. No tengo el hule puesto. Dijo ella que no había que preocuparse. Los niños y todo eso. Ahí viene.
Unos segundos antes siento el torrente venir y regarle los ovarios varias veces.
¿Y todo para qué? No le veo el chiste, no veo la razón para hacerlo. Para mí no
es placentero, es trágico, me siento triste de regarle sus ovarios. Y si no soy
yo el que le riegue los ovarios serán otros. Ellas felices con nuestro semen en
su interior. Luego lo desechan en el retrete o en la ducha que se va por la
coladera. Nos importa demasiado. . ¿Y todo para qué?