Las etiquetas obligatorias que el gobierno impone a todos los productos que tengan, a su ver, un exceso de azúcar o sal aparentemente no tienen ninguna utilidad ya que aunque tengan etiquetas la gente las sigue consumiendo en grandes cantidades y no en ocasiones especiales sino a diario. Estos productos de escaso valor nutritivo y en esencia perjudiciales a la salud fueron intervenidos por el gobierno.
Y yo me pregunto: ¿si me como un kilo de azúcar a puños, el estado debe evitarlo?
¿Qué procede, que también las compañías de azucareros etiqueten el azúcar? ¿Y esos ellos tienen el poder de persuadirme de comer mi azúcar a puños?
¿Quién me lo puede impedir? Entonces se descarta que esas etiquetas sean para "cuidar la salud del pueblo" sino intervenir, aumentarle los impuestos y evitar el libre consumo, afectar el libre mercado como la verdadera finalidad.
La etiqueta funciona también como una herramienta de control. Así con etiquetas tenemos la idea de que el gobierno se preocupa por nuestra salud. Nada más falso.
Al gobierno le conviene que mucha gente se muera o enferme, ciertamente la menos productiva: niños y viejos. Así destina menos dinero a hospitales, a escuelas. Y desde luego que esos recursos no se destinan para mejorar ninguna cosa del país, va a parar al bolsillo de los miles de ladrones en el gobierno.
Si el gobierno realmente quisiera nuestro bienestar no se metería en nuestras vidas, en nuestras creencias, en nuestra economía, no censuraron nuestra opinión, nos permitirían decidir qué es bueno para nosotros mismos.
Pero no, se creen nuestros héroes. Pero su meta es robar y robar y seguir robando.
