lunes, 31 de julio de 2023

SE PUEDE VIVIR SIN SEXO Y SIN MÚSICA

SIN SEXO
Hace mucho yo era de los que creía que un hombre no podía ser feliz sin sexo. Veía a monjes, monjas y sacerdotes católicos, a monjes budistas que vivían felices sin tener sexo. ¿Pero cómo es posible que vivan sin eso que todos hacemos todo el tiempo? Me preguntaba yo a cada rato y ponía en duda la castidad de esos hombres y esas mujeres religiosas. Pero uno llega a cierta edad en la que lo va entendiendo. 
El sexo es la única diversión de los jodidos. Hay gente que no tiene casa, ni ropa, a veces ni siquiera algo de comer tal es el caso de los indigentes. Pero sexo no les falta porque en la calle hay gente que por una fumada de crystal (metanfetamina), una inyección de heroína o hasta por un churro de mota hacen el acto sexual debajo de un puente o detrás de un carro abandonado, en la banqueta misma ahí nomás tirando un cartón en el suelo. 
En un nivel más elevado cuánta gente no tiene el sexo como la base de su matrimonio. Muchas jovencitas en asentamientos populares primero tienen hijos que orgasmos. El embarazo en adolescentes en una realidad y en parte es porque la sociedad actual está hipersexualizada que el abstencionismo sexual  parece imposible o un absurdo. Pero no lo es. Se puede vivir sin sexo y ser feliz, a veces más felices que aquellos que tienen sexo a diario. Hay personas que pueden pasar años sin relaciones sexuales una vez que ya han tenido. Mucha gente prefiere nunca iniciarse en las relaciones sexuales y son personas que viven a plenitud haciendo lo que es conveniente para ellos mismos. Otros que prefieren más el amor que el sexo y se aman y son plenos y viven muchos años juntos. Hay amistades hombre y mujer que nunca se insinúan cosas sexuales. Pero muchas amistades se han dañado luego de que los amigos tienen relaciones sexuales. 
La humanidad antepone el sexo a casi todo en parte por la popularidad de la pornografía que ahora todo mundo con teléfono tiene rápido acceso y adicción a estar viendo que otros felizmente tienen relaciones sexuales y como si el espectador se perdiera de algo tan grandioso al no estar teniendo sexo en vez de estar viendo a otros que sí y eso que ya no es necesario ser un actor de cine porno porque ahora cualquiera con teléfono se graba fornicando como si no hubiera un mañana. Pero es posible vivir sin obsesión sexual y dejar de ver a otros sosteniendo relaciones sexuales. Hay que interesarse por otras cosas y no sólo por el sexo. La mujer, la hembra, tiene por dónde. El hombre, el macho tienen con qué. De hecho cualquier imbécil puede tener relaciones sexuales, los animales, los insectos, todos tienen sexo varias veces en el transcurso de vida. Ciertamente ellos lo hacen con fines reproductivos y muy pocos lo hacen por placer pero ninguno animal lo hace porque piense que es lo máximo en los placeres de la vida, como el ser humano. Debemos entender que si ya no quieren tener relaciones sexuales con nosotros tampoco es el fin del mundo. Queremos que nos amen todo el tiempo pero no podemos exigirle a nadie que nos amen de por vida y en exclusividad. Algunos desafortunados en el amor optan por hacer el amor consigo mismos. 
Otros tienen pareja y no les dan sexo.
No hay que olvidar que en casos extremos de desamor la prostitución no es problema sino una solución. Así ha sido siempre. Pero si no se tiene dinero suficiente, y la prostitución no es barata, no queda de otra que ponerle filosofía a la vida y buscar soluciones inteligentes o bien asumir el celibato como una opción. No es el fin del mundo. Este último quizás no lo veamos. Se puede vivir sin sexo, sólo falta que se quiera.


SIN MÚSICA

De entre todas las artes la música es lo más inútil. Música clásica, género despreciado olímpicamente por casi toda la humanidad ya es cosa de elitistas o de rucos nostálgicos. Muchos ahora dicen escuchar música clásica "para relajarse" pero esos mismos reconocen que la música maestra no es mucho de su agrado. Esa música hace mucho que dejó de ser importante. De hecho hoy escuchar música clásica es considerado un gusto de gente pedante. A mí me complace el silencio, algo de lo que ya casi no puedo disfrutar ni en la calle menos en mi casa porque mis vecinos todos los días desde muy temprano ponen el radio a todo volumen en estaciones radiales random o bien sacan su bocina que toca mp3 e igual, a todo volumen, quizás -pienso yo- para no pensar en sus propios alborotos internos. Ya me jodí porque mis vecinos están en su derecho de tocar su música preferida a todo volumen y los fines de semana en especial apagan su ruido de música agropecuaria y plañidera hasta el amanecer. Y en todos lados es lo mismo: reguetón, rap, rock, rancheras, románticas, narcocorridos, todo esa música que oye la clase obrera. Las mismas músicas que ponen los fines de semana también la tocan en navidad y año nuevo pero por más tiempo, a mayor volumen y con más frenesí. 
A mí me gustaba reflexionar en los tiempos pasados allá por donde ahora es Palestina e Israel cómo era el ambiente natural de aquellos antiguos poblados y aldeas de pescadores cuando Jesucristo caminó por la tierra. Pues en estos tiempos ya no es posible concentrarme, ni leer, ni escribir y ni siquiera ni pensar a gusto ya que mis vecinos no me lo permiten. Apenas yendo a una iglesia uno puede esquivar un poco el ruido del mundo, sus molestas canciones populares de amor y desamor, de la dureza callejera, de vándalos y drogadictos, de sexo y baile, de cantos al demonio o de las canciones más absurdas a ritmo de cumbia y bailarle a la vida. Cansa, por supuesto, y no sólo la mente, también el espíritu con todos esos mensajes no solicitados de la gente que siente una gran necesidad de hacer más y más canciones como si no hubiera nada mejor qué hacer en la vida. Ahora con la tecnología al alcance de todos es muy fácil hacer un tema en cuestión de minutos. El chiste es no dejar de hacer ruido musical. Hace mucho tiempo en épocas pre tecnológicas la música tenía un carácter religioso y comunal. Era muy sencillo apartarse si alguien no quería escucharla, hoy ya no es posible. Música, ruidos de máquinas, gritos o todo esto combinado se oye en cualquier lugar. 
Lo cual me hace pensar que un mundo ideal más habitable es aquel en donde los oyentes de música popular y de cualquier otra escuchen su música con audífonos y sin molestar a nadie pero ya es mucho pedir. El juego parece ser quien oye más de su música y a mayor volumen sin que nada pueda evitarlo y a no nos queda de otra que tolerarlo. Y bueno, ya ni en los panteones hay un silencio respetuoso porque la gente, con sus bocinas o contratando músicos, llevan su desmadre al campo santo causando aflicción y contaminación auditiva.
Hace falta que muchos artistas dejen de aportar sus reflexiones, sus historias de amor y desamor y otros asuntos irrelevantes al resto, a quienes no precisamente disfrutamos la proliferación de la música de consumo y esforzarnos para que el ruido del mundo no nos aturda ni desmotive. Es posible el silencio que también tiene su belleza siempre y cuando se superen los apegos por las cadencias, ritmos y temáticas barriobajeras que no enriquecen al Ser sino que lo hunden en la pasividad y el conformismo delirante de los numerosos melómanos y creadores de música insufrible.
Espero que en la otra vida no exista ni una sola pieza de música popular y todo sea mejor por toda la eternidad. Mientras tanto seguiremos en el purgatorio de la ingeniería social musical que se niega a callar. Se puede vivir sin música pero no se quiere y ahí está el detalle. 


D. G.