Ya se sabe, las elecciones las ganan quienes tienen más dinero. Pero lo que vivió México fue una masacre, una humillante derrota. De la oposición vendida ya hemos hablado y de eso hay mucho por decir en otra entrada.
Esto que pasa en la política es algo tan jodido que recuerdo el año 2020. Pero igual no es, sino mucho peor. Se vive un ambiente triste, frío, sin ánimo. Ya ni los fines de semana hay tanta fiesta, es como una pandemia de decepción, de desdén. Estamos todos contaminados. Murieron las colectivas esperanzas de un país mejor. Ganaron los malos. Ganaron los mentirosos, los manipuladores, los corruptos e ignorantes. Ahora tendrán que echarle más ganas a despertar los ánimos de la sociedad para que no se sienta el madrazo que viene.
Muchos compatriotas jóvenes y otros no tanto seguro que se irán a Europa, a Canadá, a EU. Muchas empresas también se irán pues temen a ser expropiadas por los discípulos de Fidel Castro. La gente no sabe lo que viene. Pero siente que no es algo positivo. Antes de las elecciones del 2 de junio 2024 había en las redes muchos defensores del gobierno y de la 4t, la cuarta transformación. Ahora hay muy pocos que lo hacen. La parte de la sociedad un poco más sensata sigue repudiando, en secreto y en privado, al presidente, a su sierva, a su partido. Nadie quiere a ese esperpento. Ni con photoshop le ayudan para que pueda mostrar una mejor cara aunque sea falsa. Ya como virtual ganadora se pasea en los aeropuertos y la gente ni le hace caso, no se toman foto con esa persona toda mustia y cabizbaja. En los pasillos del avión nadie la vitorea, nadie la saluda ni felicita. Muchos la votaron pero sabiendo que no es ella quien manda sino el orate que vive en un Palacio. Es que cada día es peor y no me refiero a los mercados, al dólar. Sino a la tristeza, a la violencia, al miedo creciente, a la incertidumbre.
No me importa que crean que soy machista, creo que una mujer no sabe gobernar. No han dado buenos resultados, por lo menos en el tercer mundo.
Habrá miedo de emprender porque la extorsión se extenderá como nunca, miedo de criticar al gobierno porque usarían todo el poder para callar las voces críticas. En los medios sólo habrán buenas noticias y porras al régimen. A los que no logren comprar los van a correr, encarcelar o asesinar.
La única diferencia con el feudalismo con la actualidad neo feudalismo es la eficiencia de la tecnología, los medios de manipulación, la vigilancia y la abundancia de armas automáticas. Antes en el feudalismo mataban a cuchilladas, ahora con drones teledirigidos.
Jodi Dean es una politóloga estadounidense y profesora del departamento de ciencias políticas de los Colegios Hobat y William Smith de Nueva York. Sus líneas de investigación abarcan la teoría política, el estudio de los medios de comunicación y la organización política de los movimientos sociales. Es autora de los libros: Žižek's Politics (2006), Democracy and Other Neoliberal Fantasies (2009), The Communist Horizon (2012) y Comrade – An Essay on Political Belinging (2019).
El artículo de Jodi Dean se inspira en una pregunta formulada por McKenzie Wark, estudiosa de medios y teoría crítica, a propósito de la publicación del libro Capital is Dead [véase Trabajo de fuentes], a saber, “¿qué tal si ya no nos encontramos en el capitalismo sino en algo peor?” (p. 1). A modo de respuesta, Dean ofrece un análisis tendencial convencido de que los tiempos contemporáneos están inscritos en la clásica disyuntiva expresada por Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie. Así pues, para Dean el capitalismo se dirige hacia un neo-feudalismo que podría ser contrarrestado socialmente con una apuesta comunista.
Por capitalismo Dean entiende “un sistema donde la propiedad privada, el trabajo asalariado y la producción de mercancías impulsan la auto-valorización del valor” (p. 1). Denomina “capitalismo comunicativo” al capitalismo contemporáneo que tiende a adquirir una estructura neo-feudal. A su vez, por comunismo entiende no la clásica fórmula decimonónica del fin de la política en una totalidad armoniosa, sino “una forma política donde la producción destinada a la acumulación del capital de unos pocos es remplazada por la producción destinada a la satisfacción de las necesidades de la mayoría” (p. 1). El comunismo no supondría un fin de la historia porque, opina Dean, el antagonismo es irreductible.
Dean denomina neo-feudalismo a una estructura económico-social que es “algo peor” que el capitalismo. Se caracteriza por ser un modo de producción acompañado por nuevos amos y siervos: una micro-elite de millonarios y un masivo sector de sirvientes. La existencia de tendencias neo-feudales en el capitalismo contemporáneo es posible ya que el capitalismo consiste en un sistema que se sobrepone y explota otros modos de producción y acumulación.
Las principales determinaciones que dirigen al capitalismo comunicativo hacia un neo-feudalismo son la concentración monopólica, la intensificación de la desigualdad y la sujeción del Estado al mercado. En el neo-feudalismo la acumulación se da más a través de la renta, la deuda y el poder, ya no tanto a través de la producción de mercancías. Por ejemplo, en las industrias tecnológicas y de conocimiento la renta generada por derechos de propiedad intelectual es superior a los ingresos generados por la producción del bien; en Estados Unidos los servicios financieros tienen una mayor contribución al PIB que el sector manufacturero.
Según Dean, hoy en día el capital no se reinvierte en la producción, sino que se acumula y se redistribuye en renta.
Cuatro características del neo-feudalismo
Dean afirma que el neo-feudalismo se constituye por las siguientes características: 1) parcelación de la soberanía, 2) jerarquía y expropiación con nuevos señores (Lords) y campesinos-paisanos (peasants), 3) zonas desoladas y municipios privilegiados, 4) inseguridad y catástrofe.
Parcelación de la soberanía
Dean retoma el trabajo de los historiadores marxistas Perry Anderson y Ellen Meiksins Wood para subrayar que la parcelación de la soberanía es una determinación crucial del feudalismo. Al menos dos aspectos de la parcelación de la soberanía tienen gran relevancia para el esclarecimiento del neo-feudalismo, a saber, la fragmentación de las funciones del Estado y la coerción extra-económica en las localidades. “La línea divisoria entre lo legal y lo ilegal se torna difusa” (p. 2).
El poder económico y la autoridad política se mezclan confusamente con la parcelación de la soberanía. De esta manera, los señores neo-feudales como las instituciones financieras globales y las plataformas de tecnología digital usan la deuda para redistribuir la riqueza de los más pobres hacia los más ricos. En el neo-feudalismo los agentes económicos ejercen poder político sobre un grupo particular de personad de acuerdo a sus privilegiados términos y condiciones.
Firmas como Apple, Amazon, Microsoft, Facebook y Google/Alphabet se comportan como una suerte de estados soberanos frente a las regulaciones gubernamentales de las ciudades donde están radicadas. Las ciudades negocian y cooperan con estas corporaciones siguiendo los términos de las propias firmas.
“El señorío designa una relación social para la apropiación del excedente” (p. 4). Dicha relación subsiste entre los propietarios de las plataformas digitales del capitalismo comunicativo. Se apropian del excedente generado por el uso masivo de sus plataformas. A través de la red de los dispositivos de comunicación personal se apropia, almacena y extrae el recurso de “información”. Lo que era común se vuelve privado.
Jerarquía y expropiación: nuevos “campesinos-paisanos” y “señores”
Las relaciones feudales cuentan con una desigualdad fundamental: se trata de la explotación de los campesinos-paisanos por los señores en un contexto de soberanía fragmentada.
Dean menciona que Jaron Lanier, escritor e informático estadounidense, mostró en su libro You Are Not a Gadget [Véase Trabajo de fuentes] la emergencia de los señores y campesinos-paisanos del internet. Los dueños de las firmas tecnológicas se convierten cada vez más ricos gracias al bajo precio de la fuerza de trabajo, la subcontratación de los trabajadores, el trabajo gratis de los usuarios, la condonación de impuestos de las ciudades desesperadas por atraer inversiones, y la consolidación monopólica de las corporaciones. “Los gigantes tecnológicos son extractivos. Como muchas demandas tributarias, sus exenciones fiscales toman dinero de las comunidades” (p. 4).
La dimensión extractiva de las redes tecnológicas es persuasiva, intrusiva e inevitable. Facebook y Google, por mencionar los casos más representativos, cooperan con Estados poderosos para compartirles información que legalmente están impedidos de obtener. Por otra parte, la presencia de las grandes corporaciones tecnológicas en las ciudades impulsa la elevación de los alquileres, de manera que para la mayoría de las personas se excluye la posibilidad de adquirir un departamento o establecer un negocio pequeño.
Dean afirma que la tendencia de volver a todo una plataforma digital y la privatización de la tierra son procesos que agudizan la jerarquía y la expropiación, elementos del neo-feudalismo. En cuanto las plataformas son infraestructuras digitales que vinculan dos o más grupos para interactuar, se convierten en un intermediario necesario para las relaciones sociales. Google, Amazon, Uber o Airbnb son plataformas edificadas sobre una inmensa circulación de datos cuyo poder aumenta conforme más personas las utilizan. Las plataformas digitales transforman el ambiente en que se despliegan y, dado su dinamismo, tienden a la monopolización. Los usuarios están a merced de las reglas y condiciones de los propietarios de las plataformas.
En el neo-feudalismo los usuarios se convierten en campesinos-paisanos en la medida que se vuelven propietarios de los medios de producción, pero en último término incrementan el capital del propietario de la plataforma. Así, ejemplifica Dean, plataformas como Uber hacen que los usuarios reconfiguren sus bienes de consumo como medios de acumulación. “El carro de uno no es para transporte personal. Es para hacer dinero” (p. 5). Los propietarios de las plataformas incrementan sus rentas ya que responsabilizan a los trabajadores subcontratados del mantenimiento y uso de sus medios de trabajo. Lo mismo sucede con plataformas como Airbnb, “el apartamento de uno no es un lugar para vivir, sino para rentar” (p. 5).
Ciudades y la periferia
La espacialidad es otro aspecto fundamental del neo-feudalismo. Se tratan de localidades protegidas y céntricas que están rodeadas por otras localidades periféricas marcadamente desoladas, algo muy similar a la vieja división entre ciudad y campo, municipio y áreas rurales, comunidades urbanas y periferias. Son, pues, ciudades de una pequeña oligarquía que excluyen a las mayorías en zonas inseguras y poco prósperas.
Las periferias estadounidenses están conformadas por las antiguas zonas industriales del capitalismo. Vestigios de imponentes fábricas que producen un imaginario social sobre las posibilidades de florecimiento del capitalismo. Pero, en realidad, son meros “restos un capitalismo industrial que los ha dejado atrás por una mano de obra más barata” (p. 7).
En términos políticos, la situación de exclusión de las periferias se ha manifestado en los movimientos sociales medioambientales (luchas contra el fracking y los gasoductos), terrestres (contra la privatización y expropiación de la tierra) y de servicios públicos (contra la reducción de hospitales y escuelas). El abandono de las zonas pobres es doble: falta de apoyo gubernamental y erradicación a través de la gentrificación capitalista.
San Francisco, Seattle y Nueva York son casos representativos de la profunda desigualdad entre las personas según el sitio donde habiten. En el neo-feudalismo se ha desencadenado un proceso de pérdida general de la capacidad para reproducir las condiciones básicas de vida. Por ello no es causal, según Dean, el ascenso de problemáticas como suicidio, ansiedad, drogadicción, descenso de tasas de nacimiento, menor expectativa de vida y fenómenos drásticos como tiroteos en zonas públicas.
Inseguridad y Apocalipsis
Por último, están las características afectivas y subjetivas del neo-feudalismo: inseguridad y ansiedad.
Según Dean, tales afecciones están acompañadas por la emergencia de una ideología “mística neo-feudal” que abraza un ocultismo tecnológico-pagano y anti-moderno. En autores como Jordan Peterson y Alexander Dugin se muestra el ascenso de un “iluminismo oscuro” o casos de “neo-reaccionarios” ya que, continua Dean, postulan la estructura feudal como un instrumento de libertad. La popularización de la ideología neo-reaccionaria es una manifestación de que el capitalismo de dirige hacia una radical de-centralización de neo-feudalismo. Se trata del uso de la democracia para la protección de los privilegios de la elite corporativa.
Correlativamente a la ansiedad e inseguridad están las dinámicas laborales de repetición, bajo control y estrés alto monitoreadas tecnológicamente. Horarios inciertos y paga no fidedigna imponen un ánimo decadente.
No se trata sobre la democracia y el fascismo
Dean enfatiza que reconocer al neo-feudalismo como algo peor que el capitalismo implica rechazar que las principales coordenadas del debate político contemporáneo sea la confrontación entre democracia y fascismo.
En realidad, continua Dean, interpretar el presente en los términos de una democracia amenazada por un fascismo en ascenso implica subestimar el papel fundamental de la red global del capitalismo comunicativo y el exacerbado descontento social. Más allá de la retórica fascista que existe en algunos sectores reaccionarios del planea, está la economía cuyo viraje se está dando más a la derecha ya que las complejas redes digitales generan una desigualdad extrema.
Interpretar los tiempos contemporáneos desde el esquema del neo-feudalismo permite, según Dean, reconocer el impacto brutal de la economía sobre la sociedad política y las instituciones. Advertir la transición del capitalismo al neo-feudalismo conduce a aceptar que cualquier tipo de elecciones presidenciales o paquete de reformas gubernamentales resultará inútil para prevenir la catástrofe. Conforme los multimillonarios acrecientan sus riquezas, millones de personas se convierten en refugiados por conflictos políticos o climáticos, condenados a una lucha por la supervivencia.
En el ámbito laboral, el principal cambio del neo-feudalismo consiste, al menos en el Norte global, en gestionar el trabajo de las mayorías en el sector servicios. Las mayorías se vuelven una clase sub-propietaria que sólo es capaz de sobrevivir a costa de satisfacer las necesidades de sus empleadores. Se trata de una nueva época de sirvientes.
El fin del capitalismo no significa, como creía el marxismo-leninismo tradicional, una transición triunfal hacia el comunismo. En realidad, los “nuevos señores del antropoceno” prefieren la destrucción del planeta que la pérdida de sus fortunas. Afirma Dean: “En esta fase de absoluta subsunción, el capitalismo se convierte a sí mismo en un modo de desperdicio, acumulación y destrucción donde el capital se acumula tanto a través de la expropiación, alquileres, deuda y multas como de la explotación” (p. 11).
Más que una similitud, una tendencia
Aunque Dean rechaza las concepciones típicas del marxismo del siglo XX, no por ello afirma que su argumento sobre el neo-feudalismo sea anti-marxista. En su opinión, en el propio Marx se encuentran elementos para afirmar la coexistencia entre diferentes modos de producción y que no necesariamente el capitalismo será superado por el socialismo. “El capitalismo depende de la fuerza, la extracción, el despojo y las jerarquías arraigadas y heredadas” (p. 11).
Dean menciona que en Estados Unidos existe una superposición de instituciones capitalistas y feudales en las relaciones laborales. En el siglo XX sobrevivieron relaciones de amo y siervo. Desde un punto de vista jurídico del señorío y la servidumbre, ser un trabajador no era resultado de un contrato con un empleador, sino una cuestión de estatus arraigada a la persona. La política conservadora estadounidense no ha sido otra cosa que el mantenimiento de regímenes privados de poder bajo la apariencia de la democracia liberal, una coexistencia de características de diferentes modos de producción.
El problema se torna complejo con el auge de las redes digitales. Desde un punto de vista formal, las redes se constituyen por vínculos de libre elección, crecimiento y preferencias. La estructura de las redes anima la inclusión, entre más ítems tenga la red, mayores son las recompensas para los que están en las posiciones más altas. De igual manera, las redes impulsan competencia por atención, recursos, dinero o trabajo. Y, a su vez, generan concentración. El resultado de la libre elección, crecimiento y preferencias es, por tanto, la generación de nuevas jerarquías y poder de distribución en el que destacan los usuarios con perfiles más altos. “Las jerarquías son inmanentes a las redes” (p. 12).
El neo-feudalismo reconoce que las redes digitales convierten a las mayorías en productoras de recursos y datos primarios para el desarrollo del capitalismo comunicativo. No hay producción libre: la interacción y comunicación entre usuarios mediante plataformas digitales genera datos para los propietarios. “Nuestras vidas e interacciones han sido convertidas en recursos para la acumulación de capital” (p. 13). Esto es así porque el capitalismo no ha podido subsistir únicamente con la explotación del trabajo productivo. Ahora explota el consumo, extrayendo excedentes del uso de datos como un recurso de posible aplicación en el trabajo, las finanzas y las deudas.
Debe advertirse que para Dean hablar de neo-feudalismo no consiste en afirmar una regresión hacia una forma económico-política previa. El neo-feudalismo es una continuación del imperialismo bajo las condiciones del capitalismo comunicativo. La estructura de las complejas redes digitales es la representación por excelencia de la tendencia del capitalismo contemporáneo hacia el neo-feudalismo ya que mina la igualdad y profundiza la jerarquía a través de sus medios de inclusión virtuales.
El anclaje político de la hipótesis sobre el neo-feudalismo
En opinión del Dean, el gran problema de la izquierda contemporánea es que cayó presa del imaginario que refuerza al neo-feudalismo: un localismo que afirma la parcelación; enfoques tecnológicos y de plataformas que refuerzan la jerarquía y la desigualdad; apuestas de municipalismo que enfatizan una división entre al campo y la ciudad. Se tratan de tácticas de supervivencia que en nada modificarían el curso del sistema. A lo sumo, organizarán pequeños grupos de granjas de subsistencia y producción artesanal por fuera de las grandes ciudades. La reproducción de dichos grupos tendrá que ser necesariamente pequeña, local y, en cierto sentido, exclusiva y elitista.
Desde la perspectiva que reconoce las características del neo-feudalismo es posible advertir que tales propuestas populares de izquierda no hacen más que cultivar aquellos elementos de lo urbano que benefician a los ricos.
¿Comunismo?
La alternativa comunista al neo-feudalismo implica lo siguiente: reformular la parcelación de la soberanía como un debilitamiento necesario del Estado-nación para afirmar el universalismo comunista. Reconfigurar la separación de los elementos políticos podría servir para la construcción de nuevas estructuras globales comunes que hagan frente a la catástrofe y las organizaciones transnacionales.
Al eliminar las relaciones de señorío se aboliría la propiedad privada y confiscarían los medios de comunicación, producción y transporte para servir a una producción más ligada a necesidades de las mayorías. Se eliminaría el capital ficticio a nivel internacional y gestionarían conscientemente las tecnologías que vale la pena desarrollar de acuerdo a sus costos reales. El final de la acumulación de capital terminaría con la división del campo y la ciudad y la división del trabajo que la impulsa. Por otra parte, en lugar de extender dinámicas que producen ansiedad y depresión, se cultivarían “virtudes comunistas” como la solidaridad, la disciplina y la confianza.
Dean finaliza diciendo que para realizar la alternativa comunista es necesaria la lucha política. El capitalismo no terminará mecánicamente. Aunque las tendencias neo-feudales dibujan un panorama sombrío para los tiempos venideros, existe la posibilidad de sobreponerse a éste con la organización política de la sociedad.
MUCHA GENTE QUE HE CONOCIDO SUPERFICIALMENTE EN EL MEDIO CULTURAL DICEN SER MUY TOLERANTES CON LOS GAYS Y LESBIANAS PERO CUANDO NO Están HABLAN PESTES DE ELLOS. 100% REAL. SE REFIEREN A ELLOS COMO "PUTOS", RIDICULOS, DESVIADOS Y SIMILARES. PERO EN SUS REDES SOCIALES O EN UN ACTO público JAMAS LO DIRÍAN porque temen a la funa. Para que lo tengan en cuenta. No todos los heteros son tan "gay friendly" como muchos creen. Sólo les dan por su lado.
Mujeres del neo feudalismo
Desde una perspectiva mundana, natural, influenciada por el medio podrido, la mujer siempre preferirá al hombre malo que al bueno y al débil. El hombre bueno, fiel, trabajador que la mantenga, religioso, familiar aunque a la mujer le convenga secretamente querrá un malandrín, un drogadicto, un vago sin oficio ni beneficio, sin cultura, y con enfermedades de transmisión sexual para que la satisfaga en la cama.
DEL HOMBRE BUENO SE ABURREN.
En cambio el hombre débil lo usa una vez y luego anda viendo cómo deshacerse de él ya que no se siente satisfecha, segura, lo ve como un hijo más y en la intimidad no le rinde. Así son la mayoría de las mujeres de hoy, les encanta la mala vida, el peligro, las gonorrea, la sífilis, la candida, la droga y el alcohol, el dinero fácil, tener hijos de varios hombres, etcétera.
Pues cada quien. El hombre sufrirá de cualquier forma.