Los
miasmas del inodoro elevan el sacro sahumerio de su letanía eterna: en
el fondo, como el capullo de una flor-feto-corazón reposa la MIERDA
invencible como un quinto elemento siempre negado y vituperado. De entre
todos los hombres, era menester que se irguiera uno, uno solo en
milenios, que proclamara el Culto de la Mierda y su Liturgia. Ver/deth:
El que Ve la Muerte (y que especialmentela huele a todo momento es un
escritor ya no de las ciudades subterráneas que apenas nos atrevemos a
ver con el rabillo del ojo: es su Profeta y su tercer ojo es un segundo
Ano con el que lee Porvenires pero también pasados remotos (y la lectura
del pasado es un arte todavía más sutil) y con el que profiere sus
Visiones con el arrebatado ímpetu de una antológica diarrea. "Nalgas
Planas" es uno de esos libros que se leen en un suspiro pero que lo
dejan a uno descalabrado y enfermo -pero de una de esas enfermedades que
uno, si es inteligente, agradece contagiarse-. Se compone de centenares
de feroces apotegmas proféticos, que le saltan a uno a los ojos en
cuanto la página se nos desnuda en nuestras manos pequeñas y calientes:
como las agujas de un puercoespín, o como las innumerables astillas de
una botella de licor barato que explota en medio de la juerga contra la
cabeza de un insensato: así, del mismo modo, estas frases, estos retazos
de verbo, estos párrafos feroces, pueden ser botellazos que descalabran
o ganchos-a-la-mandíbula que deslumbran; gajos de vidrio que vuelan por
los aires como dardos y se nos incrustan en el cerebro.
En estas páginas descubre uno la Fetidez de la Liturgia de Lord Mierda y los preceptos de su tabernáculo, pero también las vivencias de un hombre golpeado, atropellado, martirizado desde su infancia, condenado -por su propia madre- por ser hijo del Demonio.
Y son, a veces, sus diatribas y digresiones, auténticos rugidos de un demonio desencadenado, que se revela en contra de su Padre pero también de todas las Potestades -Naturales, humanas, sobrenaturales-. Llamaradas y cicatrices -y las cicatrices, como las vulvas, son sonrisas verticales- se remueven y elevan el restallar de su carcajada sarcástica en las páginas de este libelo -taipanes que saltan en cada línea- ígneo y lúcido como una bomba molotov que hace arder monumentos de Estupidez e Idolatría.
Nalgas Planas, es, en suma, apenas una muestra del ideario de fuego, blasfemia y clarividencia, que, en medio de toda la oscuridad pestilente que tiende su imperio de mierda y espanto sobre nuestra civilización crepuscular (si es que de verdad existe algo como una "civilización" hoy en día) Verdeth rocía, riega, vomita y eyacula sobre la Gran Ramera que se sienta ya no sobre las Siete Colinas sino sobre los cinco continentes -tan grandes son sus nalgas y tan bien aplanadas las tiene sobre el mundo.
Onix G. Puerta
En estas páginas descubre uno la Fetidez de la Liturgia de Lord Mierda y los preceptos de su tabernáculo, pero también las vivencias de un hombre golpeado, atropellado, martirizado desde su infancia, condenado -por su propia madre- por ser hijo del Demonio.
Y son, a veces, sus diatribas y digresiones, auténticos rugidos de un demonio desencadenado, que se revela en contra de su Padre pero también de todas las Potestades -Naturales, humanas, sobrenaturales-. Llamaradas y cicatrices -y las cicatrices, como las vulvas, son sonrisas verticales- se remueven y elevan el restallar de su carcajada sarcástica en las páginas de este libelo -taipanes que saltan en cada línea- ígneo y lúcido como una bomba molotov que hace arder monumentos de Estupidez e Idolatría.
Nalgas Planas, es, en suma, apenas una muestra del ideario de fuego, blasfemia y clarividencia, que, en medio de toda la oscuridad pestilente que tiende su imperio de mierda y espanto sobre nuestra civilización crepuscular (si es que de verdad existe algo como una "civilización" hoy en día) Verdeth rocía, riega, vomita y eyacula sobre la Gran Ramera que se sienta ya no sobre las Siete Colinas sino sobre los cinco continentes -tan grandes son sus nalgas y tan bien aplanadas las tiene sobre el mundo.
Onix G. Puerta