miércoles, 17 de junio de 2020

FICCION Y ESTUPIDEZ


Al estatuto no le conviene que sus gobernados sean inteligentes, críticos, analíticos ni despiertos, razonables, reflexivos, filosóficos o anárquicos. De así desearlo, los medios masivos, las religiones, el sistema educativo y cultural serían muy diferentes de lo que son y representan.  El entretenimiento es una herramienta propagandística del pensamiento de lo establecido, de lo que sustenta, de lo que le es adverso y sobretodo de aquello que considera un ideal de control para así contribuir a la modificación constante de la percepción social acerca de nuestra realidad y para este objetivo los medios masivos de comunicación y la industria de las nuevas ideas para la masas no tienen rival: cine, televisión, radio, internet, historietas, música, entretenimiento y cultura popular y sus correspondientes y muy variada infinidad de mercancías que llegan mucho más allá de lo inimaginable.
La verdad no vende, la verdad estorba a lo establecido porque esta libera y forma un pensamiento que altera la realidad subjetiva. Por la misma razón es la verdad el principal blanco de ataques y dobleces que buscan crear una realidad alterada y distorsionada por la propaganda del poder. Los medios masivos son el arma más eficaz para conseguirlo. La constante promoción e idealización de lo ficticio puede alterar la perspectiva considerablemente y alejar de la realidad creando una nueva sin sustento y más peligrosa si se aplica a la niñez desde temprana edad. Para bien y para mal la mente humana responde a la constante de estos estímulos informativos constantes y que tienen otros objetivos lejos de lo sobadamente capitalista-mercantilista. La ficción ha permeado tanto  en la mentalidad colectiva que ya es muy difícil medir el daño ya que se ha mimetizado con los valores occidentales que fueron fundamentales no hace mucho tiempo.
La religión es la primera gran ficción del pasado y con una fuerza descomunal en el presente. Judaísmo, cristianismo, islamismo y religiones new age (jesuitismo y masonería) controlan el propósito existencial de billones de almas en todos los continentes, una idea delirante de que existe o existió un pueblo excepcionalmente valioso para determinado Dios del universo, el pueblo hebreo,  que es quien debe controlar y gobernar por siempre a todos los demás por órdenes divinas especificas en sus literaturas sagradas desde los tiempos más remotos a la actualidad y hasta donde les sea posible, al infinito y más allá mientras no los descubran.  El pueblo elegido tiene una serie de reglas y estatutos entregados por su mismo Dios para la conformación y prevalencia de casta sacerdotal moralmente superior al resto y de la cual los romanos antiguos robaron el concepto original y la maquinaron como verdad absoluta con la que fue creada posteriormente la religión católica poseedora también de la patente de dioses trinitarios: Jehová, Jesucristo y Espíritu Santo, mezcla de teología greco romana y egipcia con la que llevan controlando la religión y el pensamiento desde hace 1500 años en asociación con el misticismo hebreo y siglos después con la creación del islamismo para el control del Medio Oriente que junto con el cristianismo protestante están a la espera del Mesías Cristo, el Salvador de la humanidad muerto y resucitado al tercer día y que ha de volver para juzgar a los vivos y a los muertos y su reino no tendrá fin.  De esta “noble” ficción y su mensaje de esperanza se han derivado cientos de religiones y cultos esotéricos que no sólo buscan el lucro y privilegios de poder sino lo más preciado: el control del pensamiento, la absorción de las almas.
La magia, la fantasía y la ficción, todos elementos muy importantes en cualquiera de esas religiones son sospechosos de resistirse a la realidad, de opacar la verdad, de sepultarla y no dejarla ser, volverla inaccesible, inalcanzable o de plano ilegible ya que no pueden destruirla. Este conglomerado religioso no puede con todo el trabajo de idiotizar a las masas, delegan a sus subalternos políticos, fundan universidades, promueven a sus agentes y científicos exclusivos cómplices mientras celebran y promueven sus productos teóricos literarios y ficticios a quienes vuelven ídolos de la noche a la mañana como a tantos autores clásicos, pseudo científicos pero que hoy la humanidad los reverencia sin siquiera leerlos ni mucho menos entenderlos de ninguna manera pero que gracias a la ingeniería social los vuelven celebridades y artículos de consumo.
Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX se ha creado una cultura popular masiva, primero en periódicos y luego libresca con las que se han conseguido importantes victorias en el terreno de la cultura universal como las novelas de Julio Verne que contribuyeron al que el lector comenzara a pensar en la posibilidad de “viajar al espacio” o al centro de fuego de una tierra en forma de pelota que gira flotando en el vasto espacio de la gravedad alrededor del sol, teoría heliocéntrica base de la literatura del siglo XX y que persiste hasta nuestros días del apocalíptico 2020. Teoría del heliocentrismo reforzada por el biólogo Charles Darwin y su éxito literario evolucionista “El Origen de las Especies” que promueve la idea la existencia de un universo infinito creado por el azar a partir de nada.  Hace muchísimo tiempo un gran caos producido hace millones de años en cierto punto de la galaxia fue lo que creó el orden actual, la naturaleza, la armonía cósmica, el sol, la luna y las estrellas, la gravedad y todas esas teorías y orden natural y sobrenatural perceptible fueron creados de la nada, sin que nadie ni nada haya influido directamente. Esas mismas y vetustas ideas se continúan enseñando en las escuelas públicas ya que el estatuto no brindaría al pueblo que parasita una educación que contribuyera al derrocamiento del sistema de pensamiento único controlado también por la religión dominante de una borreguiza obediente e inofensiva que ni siquiera sospecha lo que sus líderes religiosos fraguan  a la humanidad y dando bastante ficción para entretenerse o no pensar según su tiempo y edades. El mundo moderno nos ofrece por siempre cine, programas de tv y que tiene el propósito final de crear un pensamiento ideal ficticio globalizado que representa al hombre común y corriente (Homero Simpson) que cree en todas las mentiras y nada de lo que sabe es real creyendo así en cualquier cosa, cualquier dios, en cualquier teoría, mentira histórica o manipulación mediática porque el sistema sólo ve por sí mismo y su propio sostenimiento. Ya que el estatuto es un parásito requiere que su huésped favorito esté siempre distraído, entretenido porque el sistema depende completamente de esta condición masiva de prisión mental para absorberla. Si el borrego se le sale del redil y convence mientras a otros es algo que no puede aceptar pues se les vendrían en su contra y le destruirían. Un espíritu crítico una vez despierto del sueño de la ficción programada tratará de despertar a otros, muchas de las veces en vano ya que el adoctrinamiento suele ser brutal, invasivo y eficaz pues comienza desde antes de que el hombre razone y siendo la niñez la etapa más vulnerable y atacada; y los padres pocas veces saben no trasmiten esas imposiciones a sus hijos pues ellos mismos no están conscientes de ello. Esa es la razón por la que enviamos a nuestros hijos a los centros masivos de adoctrinamiento que son parte del sistema educativo estatal que se refuerza con la programación televisiva también del Estado, internet, los comics y el cine de Hollywood ahora fusionados en “cinecomic” de gran éxito aunque sean burdas producciones enfocadas a adolescentes oligofrénicos así también como el cine histórico y social, excelentes herramientas de la propaganda basada en sentimientos y la inmovilización del pensamiento racional. Hoy más que nunca antes los niños tienen acceso ilimitado al entretenimiento, produciendo por cierto una mitología estéril que no los hace mejores en ningún aspecto, que destruye la creatividad y fomenta la autodestrucción como un ideal de la sociedad moderna post humana, una sociedad enteramente manipulada, anestesiada, dócil, acrítica a quienes se les reducirá o disminuirá la salud mental según filias y fobias dominantes porque siempre son cambiantes así como las preferencias políticas, la dieta, la religión, las carreras profesionales y los hábitos de consumo deseados por el Ojo que todo lo ve.
El totalitarismo funciona, ahí tenemos a China y su férreo control social y que es el modelo a seguir por el estatismo mundial actualmente controlan todo aspecto de la vida social. En China no hubo una consistente idiotización como la de Estados Unidos y su industria del entretenimiento, allá desde hace mucho se obedece lo que el gobierno dice o se elige morir. Hay un afán occidental porque el hombre arrastre su pensamiento adolescente hasta donde llegue, siempre hay un interés de que se vuelva a la niñez, a la disminución, al empequeñecimiento del individuo y el fortalecimiento del alma colectiva. La disminución se va logrando por fases educativas, laborales y de entretenimiento que son los compañeros inseparables de todo occidental. También contribuye el alcoholismo y drogadicción y una educación pseudocientífica capaz de destruir el alma creativa de todo aquel sometido, sin cultura ni pasión por el conocimiento ni la verdad. Este nihilismo se refleja en la música popular, en el arte contemporáneo, en cine e historietas de consumo masivo. El internet (Netflix) con entretenimiento aún más sofisticado que en la televisión, mensajes subliminales y manipulación mental sin tregua. 

EUA es el país donde más se invierte en la ficción y es líder de entretenimiento masivo y principal influencia occidental en el manejo de los más grandes medios. Todo lo que cree el pueblo estadounidense es falso. La ciencia ficción (sci-fi) y su cultura de masas es una industria grande a nivel mundial. Un país que sin pena (ni gloria) reparte democracia y “libertad” por todo el mundo y el entretenimiento que produce lleva su principal distintivo. La ficción americana no tiene sustitutos. Por ejemplo son los principales promotores de la ficción democrática, que es el pueblo sencillo y sus decisiones electorales quien gobierna esa gran nación y así tenemos a sus celebridades repitiendo esto en todo momento acerca del amado país de las barras y las estrellas y un público fascinando y fanatizado que los adora y su marca en el cine de ficción es inigualable, cuentan con millones que están a la espera de estrenos semanales de películas. Son como niños entreteniéndose con cualquier bobada que empaqueten como cine de ciencia ficción. 

 Este tipo de cine, el favorito de la nación, tiene un rasgo que los distingue de otros géneros es la constante producción de películas de desastres, de seres extraterrestres, de zombis, cine distópico y transhumanista de robots asesinos. Orden a través del caos drenando poco a poco e imperceptiblemente el razonamiento ya de por sí atiborrado de ingeniería social eugenista, programación predictiva y terrorismo psicológico, así como la constante desensibilización de la violencia, la aceptación de lo vulgar y la promoción del fracaso que lentamente programa y re programa el pensamiento colectivo. Millones creyendo lo mismo, es el resultado. Estados Unidos de América, país sede de la NASA y su máximo logro” la supuesta estación espacial ISS y sus miles de satélites “alrededor del mundo” con quienes controlan al mundo, según los menos avispados conspiranoicos aunque ya sabemos que sólo lo malo es cierto. Todo en la NASA es simulado: el viaje a la luna, el viaje a Marte, el viaje de Rusia y China a la luna, el carro de Elon Musk en el espacio son un fraude probado, fuera ya de toda duda. Los supuestos astronautas que están ahora mismo en la estación espacial aparecen colgados en arnés simulando estar flotando en el espacio donde no existe la gravedad y sus filmaciones hechas en un studio fílmico profesional con pantallas verdes y enormes piscinas donde simulan estar en el espacio haciendo reparaciones exteriores a la dichosa estación espacial. Otra que la NASA es una dependencia militar para el control mental mundial y tiene sus similares en todas las grandes potencias como Rusia, Japón y China todas bajo el mismo concepto de imágenes digitales del espacio exterior promoviendo el heliocentrismo como el máximo rector de nuestra galaxia y no que este gira alrededor de la tierra en coordinación con la luna. En USA la mayoría de la gente cree en la NASA y no solo que están en el espacio y no lo cuestionan porque ya están educados así desde un principio. De hecho a quienes cuestionan la veracidad de la NASA los ven como gente tonta e ignorante con quien no es conveniente cruzar palabra o algunos intentan ridiculizarlos en las redes sociales. Por generaciones vieron en tv una infinidad de programas espaciales, series, películas, caricaturas y revistas; el espacio y las galaxias están en todas partes, en los cereales, en los juguetes, en los libros de texto, en facebook. Cualquiera que dude es visto como un bicho raro. Su disonancia cognitiva les obliga a cerrarse a pensar contrario a como ellos fueron educados: que todo surgió de la nada luego de una gran explosión (Big Bang) y que sin mediar nadie ni nada, nuestro “planeta”, nuestros ecosistemas, el solo, la luna y los mares se hicieron al azar en un proceso que duró millones y millones de años en volverse orden. 


Política y ficción
La ficción no es solamente la base de la religión, lo es también de la política. Una de las primeras lecciones que nos enseña la política es la de pensar que gobernar es un trabajo noble y no un privilegio de clase. La política no puede tratarse de un trabajo, de una profesión, salir en tv, hacer declaraciones, firmar documentos, no es un trabajo. Es solo un privilegio de clase, ser político con poderes es una inversión en imagen y publicidad así como la compra de apoyos dentro de los partidos. El político es un mentiroso profesional. Las personas nobles, que trabajan, que hacen el bien, no desean gobernar a los demás, no sienten la necesidad de formar parte de un sistema estatista parasitario para controlar a una masa ya preparada para no pensar en la probabilidad de gobernarse a sí misma. La política es ficción porque se basa en un régimen ficticio, la democracia, una simulación electorera que hace creer al pueblo ya anestesiado de ficción desde que nace que puede influir en las decisiones políticas de su país, estado o ciudad cuando ya se sabe que el presidente es seleccionado por el establishment, no elegido por el pueblo. Allí tenemos el caso de México y el triunfo de López Obrador el 1 julio de 2018 y que mientras iban contando apenas el 1.8% de los votos los medios en contubernio con el estado y los propios lo declararon vencedor imparable de las elecciones y los rivales de inmediato reconocieron su triunfo. La gente dio por real el triunfo, ni siquiera percibió lo mal hecho de la estafa electoral, quizás a propósito, o por descuido, ya no importa. Es preferible pensar que las cosas sucedieron así y que como en todo se descuidan detalles. No hay crimen perfecto. En un futuro el proceso electoral (en los lugares que aun existan elecciones) serán desde la comodidad del teléfono, así más fácil será controlar los algoritmos y el resultado total de la elección ficticia pero haciéndola parecer no solo real sino hasta mejorada, futurista, real, honrada y efectiva. El elector del futuro elegirá en base a las emociones que les produzcan sus candidatos, actores con verdadera preparación y carisma, que además sería el que más invierte en imagen y propaganda para asegurar el triunfo de su inversión haciéndose así de los poderes de que les alquila el sistema para su propio enriquecimiento en base a la credibilidad que es un capital intangible y que van perdiendo conforme “gobiernan” a un pueblo ingenuo familiarizado con todo sistema de control político, económico, religioso y cultural. El esclavo no se liberará mientras siga pensando equivocadamente que es libre. La gente prefiere la ficción porque fue educada y formada intelectualmente con el constantemente espoleado por la ficción en todos sus ámbitos. La verdad incómoda, la verdad es odiosa, la verdad no es mercancía, la gente no quiere ya ver las cosas desde la verdad. La teme y la odia. La ficción es un deleite, un escape, prescindir constante de la responsabilidad siempre abrumadora y exigente. La ficción complace, es adictiva. Lo mismo las drogas y sus paraísos artificiales, una conexión con la ficción y un escape que nos enajena. Droga y artificio, droga y ficción son unos binomios que nos permiten alejarnos de la realidad aunque sea por poco tiempo sin que el ser perciba su propia aniquilación. Se odia lo genuino, lo honrado, lo sabio, lo intelectual porque difiere de la colectividad y el adoctrinamiento masivo. Quienes no están tan inmersos en la ficción son odiados, perseguidos y censurados así como incomprendidos socialmente por salirse de la caja, por no creer que los océanos puedan doblarse a una bola de piedra que gira a miles de kilómetros por hora sobre su mismo eje y que sin embargo tal movimiento es imperceptible por un sinfín de maromas intelectuales que suelen esgrimir los científicos para opacar al sentido común como diciendo siempre:” nosotros somos los únicos que sabemos, ustedes no porque no son científicos así que callen y déjennos trabajar “ Cuando nace la duda en un una ovejita que se sale del redil siente una angustia y de inmediato busca apoyo en la pseudociencia espacial para sentirse seguro de lo que cree acerca del mundo y el universo y de lo que muchos se han comenzado a cuestionar. Si la ciencia no les basta ahí están las películas de Hollywood, la música, los noticieros, los libros escolares, la vulgaridad no duele poseerla. Nada es puro e inocente, nada queremos ya que sea real, todo lo queremos ficticio, lúdico, pasable, olvidable. Si la realidad nos pasa a escrutinio, resulta que ya no tenemos nada interesante, ni interés por la cultura, por el arte, por nada. Ahora hasta la comida es ficticia. Supuestamente comemos embutidos de res, pavo o cerdo y no, es carne sintética de soya industrializada. Igual los alimentos procesados que ni alimentan porque tienen aspecto, aroma y hasta sabor de alimentos pero ya no lo son. Y ni respingamos. Solo comemos. Igual los dulces, las botanas, la cerveza industrializada es lo mismo, poco o nada real, ficción. Este es el futuro atorado en una trampa para elefantes. Es triste atestiguar estos tiempos actuales de la soberana ficción en todo lugar. Ya ni en las iglesias, ni en los alimentos, ni en la diversión. Todo es ficticio y estúpido. Y todos inclinados a amar por siempre la falsedad, la ilusión y la idiotez. Un estatuto que emplea la ficción y el engaño como la forma más eficaz de controlar a la humanidad desde adentro, desde donde surge todo en el ser humano, su pensamiento. La mente es todo y esta desconoce lo real, lo verdadero. Con gusto acepta lo malo, lo pervertido, lo violento y estúpido aun inconscientemente. Ahí tenemos los resultados de un mundo así, un mundo falso y en caos sempiterno y deprimente pues la humanidad no está lista para conocer las cosas de otra forma pues en caso de que las descubriera, no le interesarían. Lo ficticio, lo estúpido, lo malo, es su mayor inclinación y así ha sido siempre sin importar la región. Todo mundo adora la ficción en detrimento de lo verdadero, de lo único, de los irrepetible y lo genuino. La ficción es una herramienta de control. Tenemos ahora unos gobiernos que quieren ser admirados y reconocidos porque prefirieron engañar que mandarnos a otras guerras, igual también ficticias. Estamos acabados, enfermos, reducidos, anestesiados, vacunados, atarantados, sobresaturados de información, vencidos, viviendo las vidas falsas en los tiempos más estúpidos y decadentes y con rumbo a la nada. Lo peor es que en toda la historia no ha sido distinto. El control mental de la humanidad parecía buscar la sofisticación que a los autócratas y potestades del hoy, genios del control mental y religioso, ya ni siquiera les importa el no ser vistos ni descubiertos. Es grande y poderosa su hazaña basada en la nada, como todo.