miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL ARTE DEL DESPRECIO



Todo aquello de lo que carezco, lo desprecio. Así debe serlo. Se debe despreciar lo que carecemos mucho antes que desearlo.
Yo no creo que los seres humanos necesitemos de gobiernos. Como ellos no me tienen a mi, entonces me desprecian igualmente.
Como yo no tengo un gobierno que represente mis intereses, por eso lo desprecio.
No tengo tampoco religión, no estoy sometido a creencia alguna, por lo tanto vivo despreciándolas. En mi no surten efecto todo ese montón de patrañas.
 
Decía Buda, un ser humano muy inteligente, que todo el sufrimiento surgía del deseo.
En efecto, carecer de algo significa ser infeliz, no estar a gusto con lo que se tiene.
Ser un ignorante, carecer de conocimientos, es infelicidad. El conocimiento no se desea, se cultiva.
Por ende quienes tenemos algún conocimiento despreciamos la ignorancia y a los ignorantes que traten de convencernos con mentiras, como esta gente es indeseable además, no la deseamos, no la tenemos, la despreciamos.
 



Si no tenemos leyes a nuestro favor, podemos vivir al margen de la ley, hacer cosas al margen pero sin garantía alguna.
Eso hacen los malandrines que, al carecer de cultura pero al tener un gobierno que los marginó ahora lo desprecian y sus leyes se las pasan por los tanates
Tenemos religiones opulentas, ya estaban ahí cuando nosotros nacimos, nos iniciaron en ellas sin mediar consentimiento alguno de nuestra parte pero por pertenecer a ellas no somos participes de su opulencia sino todo lo contrario: de nuestro dinero ellos se dan vida de reyes. Y hay bastantes credos aparte de los tradicionales.
 
Hay que poner a las religiones de cabeza, que se reduzcan a la nada no es imposible. No como sucede ahora: que surgen miles cada año.
 
Tenemos suficientes religiones pero no tenemos un solo dios. Despreciarlo entonces, no querremos su misericordia puesto que no hay nada, hacerlo menos.
 
Vivir sin dioses. Hahaha. Y que las generaciones futuras se burlen de nosotros por ser tan creídos y fanáticos por tanto tiempo. Ya no estaremos en el mundo, ya no nos incumbirá.
Desear nunca ha dado buenos resultados. Se puede desear y por mucho tiempo algo pero no es garantía de que sucedan las cosas tal y como las deseamos. El que no suceda, es sufrir, es frustrarse.
El saber despreciar es el camino más cercano, un atajo, que cambia considerablemente el destino de la vida y sus consecuencias.
Ya que es muy beneficioso no dar lástima cristiana a nadie.
Estamos aquí y sin dioses y una vez que sepamos que no los tendremos nunca, ¿qué nos quedaría por creer?
La vida tendría un estallido de sentidos y se viviría ya sin considerar esa gran mentira que pregonan los hipócritas, las sabandijas de nuestra subjetividad, los que viven a nuestras expensas o de nuestras familias y son todas las religiones.
 Yo aprecio solamente lo que tengo, lo que siento parte de mi: los amigos sinceros, tengo demasiados amores, el conocimiento, la sabiduría, lo placentero, etc.
Aprecio mi arte, mi negocio, mi vida misma. Si no tengo dinero, lo desprecio. Si no tengo amigos, los desprecio. Prefiero que no me hablen los falsos, los mentecatos y mediocres.
 
Si no tengo éxito, lo desprecio por igual. No es bueno anhelar el éxito artístico porque son precisamente las manifestaciones artísticas alejadas de lo exitoso las que valen realmente.
Y si lo tenemos, apreciarlo. Apreciar lo concreto es lo más inteligente.
 
Cuando gracias al gobierno prohibicionista yo no puedo fumar mi hierba del placer, la mariguana,  porque no tengo o porque no me han dado y no salgo a comprar a la calle lo que hago es despreciar
No solo la inocua mariguana sino todas las drogas en general.
Porque ser un drogadicto, que es desear siempre más y más droga, es la manera perfecta de confirmarse como un mediocre.
 
Por nuestros deseos egoístas ha surgido el cristianismo y con este la hipocresía humana, la “caridad” (que ni es tal cosa) sino una “buena acción” que abonan al paraíso inexistente.
Siendo caritativos los hipócritas creen  que están haciendo un bien a la vista de Dios pero dios no tiene ojos.
Dios no existe para muchos.

 


No lo tenemos. Y como no lo tenemos, hay que despreciar todo lo relacionado a la idea de justificar la fe en él y realizar todo aquello
Que nos evite estar como estamos ahora mismo en el mundo: de la vil chingada, a punto de otra guerra y de retroceder a la barbarie.
Hay quienes dicen que dios es un freno, pero nosotros no somos carcachas.
 
En cambio, subjetivamente, dios, o bien la idea de él, si es un freno a la razón.
 
Si andamos por el camino de la razón, la tenemos y por ende la apreciamos.
Desprecio la locura porque yo sé que no estoy loco. Para mi los locos son los fanáticos, los creyentes, los que no pueden demostrar científicamente la existencia de Dios y que incluso pueden mandar matar cegados de su locura , en un mundo donde la vida no vale nada, para ellos, a quienes los contradigan o ridiculicen refutándolos.
Y si no mandar matar, si despreciar u odiar a muerte.
Seguro es que ellos no aman a quienes piensan como yo y no los apreciarán nunca porque nos perdieron, porque no nos tienen ni nos tendrán. Somos peligrosos y condenados. Se les frunce el ojo de las mil arrugas con gente como yo.
 
Nosotros como seres humanos podemos hacer lo mismo que ellos a beneficio de nuestras propias vidas y cosmovisiones: despreciar lo que no tenemos antes que desearlo y ser felices y con todo lo que tengamos.
Mucho o poco, es todo lo que hemos hecho por nosotros mismos. Lo que no, llámese como sea, pues no. Sigamos despreciando.
 
Posdata:
 No me gustó mucho el final. Pero era esto o seguir con ideas todavía más abstractas en el cráneo.




''Piensos'' de cuando era ateo.


Verdeth