El arte ni siquiera es tan importante para mí. Puedo pasar meses sin escuchar música, sin leer un clásico, sin pintar, sin hacer o consumir algo artístico.
No soy como algunas personas que he conocido que nunca salieron de su burbuja de creer que nacieron para tocar en una banda de rock, jazz o para ser raperos, pintores, cantantes; otros creen que nacieron para dirigir una gran película cuando el cine ni siquiera es arte porque no surgió de las academias sino de las ferias de pueblo y de los circos.
Es más: dudo mucho que Leonardo da Vinci haya pensado -no lo sé y me da hueva investigar- que nació solamente para pintar. Si, pintaba muy bonito y además de ahí comía. Era su chamba. Pero de eso a afirmar que nació solamente para eso como una misión divina, trascendental, que duraría por siglos, lo dudo porque dejó muchas de sus obras inconclusas. Era muy talentoso, genial, pero también era muy flojo e irresponsable; le adelantaban dinero por su trabajo, iba a hacer unos trazos, pintaba un poco algunos días y se iba. Además vivía la vida loca...era homosexual.
Esos artistas de antes eran personas con talentos y habilidades excepcionales. Sin embargo dudo mucho que la mayoría de los grandes artistas hayan pensado que vinieron a la vida sólo a crear y al carajo todo lo demás. Ese fenómeno del super artista divino que sólo llegó a la tierra del espacio y tiempo para ofrecer su vida a la creatividad y que la humanidad lo alabe por ello es muy ridículo.
El arte ayuda a vivir mejor, a pensar mejor, a ser empático, a saber, a conocer y a disfrutar pero de eso a que el arte sea la más grande finalidad de la vida es absurdo. Y por esa creencia el mundo está lleno de artistas fracasados, incomprendidos, frustrados, ignorados y muchos otros olvidados.
Porque la verdad es que un artista, un pintor, un músico hace su arte, su expresión, porque lo hace feliz. El proceso de una obra es disfrutable, a veces mucho más que el resultado. Hay obras que al hacerlas el creativo experimenta muchas sensaciones positivas para él o para ella, ir dando forma, aplicar luces y sombras, crear mundos, bajarlos al lienzo o al papel, escribir un soneto, una novela, una divagación, es placentero y hay veces que la obra queda tan bien, que le dio tanto gusto hacerlo, que la comparte con los demás, la vende, la regala.
Y no por eso tiene necesariamente que pensar en que esa fue la razón para estar vivo en estos tiempos que le tocó vivir.
Hay muchos que sí piensan eso, muchos artistas que si no les aplauden sus creaciones, que si nadie los ve o si nadie los conoce o ni el estado los toma en cuenta sienten que no hay motivo para vivir, y eso que el estado apoya a cualquier pendejo con ínfulas artistosas siempre y cuando sus creaciones no sean críticas a los gobernantes. No van a pagar para que les esté pegando mucha gente sin nada mejor que hacer como los artistas.
El artista que cree que sólo vino al mundo para ser admirado por sus habilidades artísticas DEBE SANAR SU NIÑO INTERIOR. Ese niño olvidado por sus papás que muchas veces no le prestaron atención suficiente porque se la pasaron trabajando casi todo el día, debe entender que lo hicieron por un bien mayor. Otras veces porque muchos padres no consideraron importante el arte o tal vez muchos fueron también ellos artistas fracasados.
Por eso hay que sanar y saber cuál es el propósito de nuestra vida, de preferencia en la juventud y no arrastrar una idea equivocada de haber nacido para ser aplaudido. Es como si un panadero exigiera aplausos por cada bolillo, dona o bizcocho que produzca o un albañil que piense que el único motivo por lo que está vivo es para levantar una pared, echar un colado o hacer banquetas. Eso sí es un trabajo duro muy útil, cansado y mal pagado y no como el arte moderno que además es una mierda.
Sana tu niño interior, artistoso. Eso es más importante que todo tu arte.
Ayúdate primero y así ayudas a la humanidad mucho más que todo tu arte.
Deth