Verdeth: CODEX MAXIO, un libro de Ver Deth

Una forma de barroquismo infernal

Oro que se funde, y no deja de fundirse arriba o a ras de un sueño laminar infinito. Máscaras, no rostros. De seda o de cera que se desliza sobre abismos sin contorno. Los creyentes sin creencia, enchufados a su máquina, si pudieran establecer cálculos en el infinito paralelogramo de la realidad tridimensional, situarían este caos más allá del globo en que se desinfla el mundo.

Oro que no deja de ser fundido. Cera que no se derrite bajo el sol muerto de un sueño mecánico. Instantáneas de un infierno informático. Un sueño de máquina que hierve de mentiras. Tantas como enjambres de moscas en el cementerio reciente de la inteligencia natural.

David consignó en el lienzo pixelar una dolorosa museografía crítica que se burla con mordacidad de esa otra inteligencia (que se dice ‘inteligencia’ porque rebota en algoritmos y matrices prescritas) que parió a la artificial. La horrorosa estupidez del siglo es la musa escondida que nutre con su leche mala al artista. La cultura tecnócrata, saturada de deslumbrantes artificios pero exangüe de ese maná que produjo otrora generaciones de héroes, artistas y filósofos en el más alto sentido, es el monstruo vencido que se agita vanamente debajo del pie del Deth, sombrío y borracho de furor celestial: porque el Artista también está autorizado para las armas, y estas sombras doradas removiéndose como pesadillas sobre abismos bidimensionales también son un arma, rutilante y sangrienta: navajas de afeitar para que bufones ambulantes realicen malabares en un infierno de autómatas motorizados: con chips y baterías integrados. Aquí todo es frío, metálico, tiene el espantoso signo de registrar mundos infernales, cultos subterráneos a la sombra. Un infierno aún para el propio infierno, donde el sol es mudo, plúmbeo. Una sombra ignorante que se arrastra por planicies de asfalto negro que no se acaban nunca. Rincones del infierno donde lágrimas brotan de piedras en el interior horroroso y desesperante de un cubo de paredes sólidas de concreto con demonios afuera, atentos a lejanías insondables de vacío y olvido. Jeroglíficos, en fin, de un odio soberano y ciego que mira para siempre en los hondos continentes de la desmemoria.

Galel

Septiembre 2025

Le Tigre

tiburón blanco

Payaso Tetanito

Supermaxio

PELICANO

HORCHATA DE DJINN

LA CHICA EN LA AZOTEA

SEXO EN LAS AXILAS

TRASHER CANIBAAL

REPTILIA

LUZ FERNANDA

Los signos del amor que se desvanecen. La muerte flotaba por todas partes, como una magnolia desbaratada por un estruendo repentino. Suspensión del placer. Los muslos de la doncella que se deforman, troncos de carne inerte. Como carne de laboratorio. Como carne de proteína vegetal en una impresora 3D. Horror de vida muerta. Mojón comestible, penetrable. Texturizada como si fuera de gelatina de leche. Para el placer sin placer de un hombre malvado y pobre. Escándalo de ruindad. Un ser tan ruin revolcándose sobre lo que parece ser un cadáver pero no es un cadáver. Sexo lujoso que no es sexo, y tal vez no sea lujo. Porque esta locura demoníaca pudrió todos los vicios y todos los pecados en amalgama pavorosa. Ahora cabalga sin placer sexual en el sexo profundo y lechoso de la muñeca destrozada.

Y la acaricia y los nervios de sus manos, y las secretas glándulas donde florecen los deseos no responden. Un odio sin parangón alienta su faena vehemente. Acaricia, y odia a la belleza en la falsa belleza de la mujer plástica.

Galel