Los niños de antes éramos muy inquietos. Aparte de la escuela y de actividades religiosas, antes jugábamos a muchas cosas con pocos o muchos amigos: la rueda de San Miguel, las escondidas, la "trais", los quemados, churomboli (un juego de lanzamientos de palo), al burro castigado, jugábamos con juguetes de starwars, he-man, g.i. joe, luchadores, fútbol, tochito, béisbol, basquetbol, voley, a los quemados, la lotería mexicana, serpientes y escaleras, monopoly, baraja, dominó, dados, juegos de manos, de peleas y luchas, videojuegos, veíamos tv, películas, íbamos a la alberca, al cine, a tocadas, a patinar, a cursos de arte, bicicleta, patineta, scooter, íbamos al cerro, nos bañabamos a bombazos de agua, ayudamos a los mayores, a los vecinos, en los talleres y negocios. Los niños de antes éramos mejores, más felices, más inteligentes, más sanos y prósperos.
En cambio los niños de hoy sólo quieren estar viendo sus putas tablets, sus malditos teléfonos y paren de contar. No les interesa ni mierda más. Nada, sólo ver sus pinches pantallas tecnológicas viendo y anhelando ser como sus ídolos, pendejazos que ellos sí están viviendo de todos y dándose lujos gracias a la gente sin autoestima, sin talento o criterio que los sigue e idolatra 24/7.
De ellos mismos es la culpa que no quieran ver otra cosa que sus estúpidas pantallas. Mentes que sólo están a la espera de novedades y tonterías al por mayor. Quizá en unos años se les quite o empeoren, que es lo más seguro. Lo peor es que no sólo se la pasan a dos nalgas con sus teléfonos sino que ni siquiera lo disfrutan. Son infelices, son tontos, son zombis nihilistas. Si por lo menos disfrutarán su inutilidad, su auto anulación. Pero no, lo niños de hoy no saben lo que quieren.
David Gordon