jueves, 29 de agosto de 2019

LUTO OTAKU por Onix Galel

La ramera otaku está jadeante.
Sus piernas largas como dos columnas corintias, quebradas por
el medio, en la actitud del parto, cubiertas de tatuajes
como marañas de jeroglíficos verduzcos, retiemblan
de siniestra excitación: mana una sangre espesa como la brea,
repugnante, poblada de sapos y lombrices.
Los dioses de todas las naciones caen decapitados por invisible
guillotina: ofrendan en sus manos al generoso Buda Maitreya
que nace de la ramera otaku para acariciar la faz del mundo
como un borracho la hendioda botella de ajenjo, o los glúteos
rancios de la experta prostituta.
Las cabezas, rápidamente agusanadas, rápidamente descompuestas,
lucen como frutos podridos que han sido coronados de joyas,
¡patéticas efigies!
La ramera otaku está jadeante, y las velas arden derraman
gruesas lágrimas de cera.
La ramera otaku está jadeante, y todos los otakus del mundo
presienten que de su estirpe nacerá El Destructor.
Los pechos hinchados de infecta leche palpitan y derraman
de la flor violácea de la cumbre, una savia verde.
 La ramera otaku está jadeante, y de sus ojos grandes
mana sangre.

La ramera otaku está jadeante, y los otakus exclaman ¡puta madre!
Todas esas noches de delirio, de hentai, de lolis ninfomaniacas
De pornografía y masturbación
Esas noches blancas de terror
La ramera otaku se nutría como la malhadada Lilith
Para hinchar su vientre con el germen del Fin.