sábado, 20 de mayo de 2023

CRUCERO


Ya que desde siempre le he caído mal a mi familia y amigos desapegarme de todos y subirme al barco no fue para nada difícil. A quienes sí extrañaba desde un principio es a mis hijos aunque ellos son parte de toda la gente que ya no me soporta, que buscan mi tristeza y dolor. Estaba convencido de no agradarle ni a Dios, ni siquiera a mí madre. No me despedí de ningún conocido. Ni siquiera por el maldito facebook porque en realidad tengo tan pocos amigos que no deseaba ser malinterpretado como alguien que busca atención. Simplemente me subí al barco y salí del puerto con rumbo...al horizonte mismo. No voltee para atrás, mi vista va siempre adelante. Ya que ir viendo nivel del mar todo el tiempo no tiene nada de especial me puse a conocer el crucero por fuera y dentro hasta bajar al último nivel. Y dormir, descansar en cualquier parte: en un bulto de cartones apilados. Luego de varios días de viaje alguien me asignó mi camarote pero no le puse mucha atención pues he vivido encerrado en pequeños cuartos y casas por muchos años y quería otras experiencias en el edificio flotante. Mi camarote era miserablemente pequeño, parecía una jodida covacha ¿A donde íbamos? Ya no importaba. Sólo avanzamos derecho y aunque a veces paramos unas horas en varios puertos donde sube gente de todos colores, tamaños, formas y edades, yo evito interactuactuar o averiguar en donde estoy. Soy Gordon y estoy aquí para resolver problemas. Que hay un gran trozo de mierda en la cubierta, voy a limpiarlo. Que hay una tonelada de papas, voy a pelarlas. Que hace falta un bajista para la banda musical, voy y toco algunos acompañamientos, que el bar está lleno de botellas rotas, vidrios y corcholatas, voy y limpio. Y así pasan los días, las noches, los meses, los años. Recorro el mundo entero pero nunca me bajo a ningún país, siempre me quedo en el barco. Algunas mujeres de mi tripulación quieren un poco de mi compañía pero vivo escondiéndome de ellas. A mí no me engañan estas brujas; primero dizque les gusto y luego ya me aman y quieren que les haga el sexo y luego de un tiempo cuando yo estoy feliz de pronto me odian y estoy lleno de defectos y soy indigno de disfrutarlas. 
Ya he caído varias veces en su trampa. No me queda amor ni confianza en la mujer ni en nadie más. Ni en mí mismo. Yo no vine aquí a complacerlas. Que las complazcan los turistas, los otros trabajadores, sus antiguos novios cuando regresen o que las cojan sus primos. Yo no.  
Soy casado, eso significa que el sexo aunque es seguro nunca ha sido mi prioridad. No entiendo la obsesión por el sexo; cualquier pendejo lo hace, cualquier animal. 
Hemos llegado de nuevo a un puerto, el barco anuncia su llegada. Un compañero de trabajo me dice que estamos en mi país. Me asomo por la ventana y es precisamente el puerto de donde partí hace unos años. Baja -me dice el desgraciado- está nublado como siempre el cielo gris pareciendo que va a llover. ¿Para qué bajar si nadie me quiere, nadie me extraña, si soy un hombre despreciable? ¿Sabías que no recuerdo que me haya dado un beso mi madre? Ni mis hijos. No recuerdo el abrazo de un amigo ni un saludo de manos sincero. Aquí estoy mejor que en tierra. El tipo se va. Sabe que no tengo remedio. Me duermo y el barco anuncia su salida y zarpa de nuevo. Acá sigo hasta mero abajo de aquí no me muevo, recordando mi vida en tierra sólo en sueños. Navegar sin rumbo es mi merecido castigo ¿Qué tal si el mar es otro infierno?
D. Gordon