viernes, 19 de febrero de 2021

BITÁCORA DE POLICÍA


Son las 11 de la noche y yo estoy comenzando mi jornada laboral de policía y estoy fresco como una papaya tapatía (¿O era entonces tía tápate la papaya?)
Y me esconde detrás de una valla de publicidad para torcer a un automovilista que vaya en etseso de velocidá y que se orille a la orilla y de pronto pasa un carro hecho la madre y fuum! se vuela el alto. Enciendo mi moto(ok, no es mía, es del gobierno. Pero yo soy el responsable del vehículo) y me voy tras el infractor. Si el carro iba a 150 km por hora, yo le piso a 300, tan recio que hasta se me van papaloteando los cachetes y cuando estoy cerca, le echo las luces y los códigos. Oríllese a la orilla!!! y el carro pronto se orilla a la orilla. La avenida sola. Me quito los guantes. El casco, los pongo en la moto y me dirijo al carro que acabo de detener. El conductor no es conductor, sino conductora. Tiene el cabello rubio, chinito. Tiene pelo de muñeca. Ojos claros y una carita de preocupación. Le pido los papeles y la chica me dice que no tiene nada, es más, ni licencia tiene. Y la veo y noté que se estaba mordiendo ligeramente el labio inferior en señal de arrepentimiento y en eso....si, adivinaron: tuve una erección. Soy hombre. Soy humano. Y no puedo ver que una hermosa chica se muerda ligeramente el labio inferior y que me vea a los ojos con carita de arrepentimiento. Entonces me recargo en el techo y saco las pompas para que no se note el fierro queriendo romperme el uniforme. Si, porque el tiliche quería salir a darle un besito de las buenas noches o algo así. Y como escuché que ya se estaban rompiendo las costuras, mejor la dejé ir. Sin mordida. Ni teléfono. Ni las gracias me dio. No sirvo ni para policía.