Una de las cosas que más odio de la vida es la gente miserable que es mala a lo pendejo, sin verdaderamente tener una razón para serlo. Como esa gente que tiene mascotas en los patios de sus casas pero no los alimentan ni dan agua, algo muy común en todo el país. No hay justificación para hambrear a un gato, a un perro.
Acudimos a los libros no por presumir de grandes lectores. La aceptación social en ese rubro es irrelevante. No leemos en conjunto, no leemos lo mismo, no nos gustan los mismos autores ni leemos los mismos tiempos ni las mismas cantidades. Si lo que se busca es saber algo, sabiduría como ideal, no importa que nadie nos vea leer o ni siquiera informar lo que leemos.
Las mujeres disfrutan el humor pero no son muy frecuentes en crearlo. Todo o nada se toman en serio. La seriedad, lo serio, es lo que produce la disposición a lo que es humor. Pero cuando nada se toma en serio en la vida, una caracteristica de la superficialidad femenina, el humor no surge entonces se ven en la necesidad de hacer chistes sobre infidelidad. Chistes malos donde sólo reflejan un deseo de promiscuidad y lascivia sin freno apostando por sus encantos o bien por su astucia y
putería que la naturaleza les provee.
Cuando un hombre es infiel y es descubierto sufre demasiado. No hay chistes de eso. Igual cuando es el cornudo pueden llegar al suicidio o al lento envenenamiento etílico.
La infidelidad es algo que sencillamente el alma humana, el corazón, no puede soportar. A menos que esté acostimbrado o se crea tan poca cosa en lo psicoemocional que no le importe.
El grunge, rock pop estridente, fue apoyado y difundido en los grandes medios porque representaba la caída del antiguo orden egoísta y materialista y el nacimiento del hombre del nuevo milenio: el hombre colectivista, el hombre SOCIALISTA.
Todo tiene más lógica, belleza, fantasía y encanto cuanto más viejo es. Los 90s es el inicio de la decadencia actual. Todo lo que surgió en esa década hoy es irrelevante.
De hace 30 años a la fecha ya no me gusta nada.
