Al hablar filosóficamente revivimos a los sabios de Grecia: Demócrito, Diógenes, Parménides, Epícuro o Aristóteles; ciertamente a Sócrates se le ha dejado muy solo en su tumba. Nadie se viste con sus enseñanzas, nadie escucha al oponente, nadie ama al extremo la verdad. Sólo somos adictos a tener la razón aunque esta en realidad ni por asomo haga acto de presencia.