Qué hueva pensar, qué hueva la gente, qué hueva los demás. Divididos y vencidos. Nada valió la pena. Revoluciones, cambios radicales, y luego todo sigue igual. Apartarse no sirvió de nada.
Queremos hacer las cosas de forma única y terminamos haciendo lo que de una forma u otra hacen todos. Y lo que se debe hacer nomás no se hace. Revolución sin finalidad.
Estamos como el ratero esperanzado: Queremos hallar pronto a alguien con una cartera de piel. Además que esa cartera venga con billetes de alta denominación, que no haya policías para poder robarla a gusto, luego en casa queremos privacidad para disfrutar en soledad lo robado. Y que vengan muchos días de estos todo el año.
Un individualismo exagerado y como único propósito en la vida. La empatía, los demás, que se jodan ¿no? La familia, la religión, el amor, el saber, la política, arte y cultura ya no le interesa a nadie. Antes eran las cosas buenas. Ya no nos vemos, ni nos abrazos. Nos aborrecemos, nos evitamos hasta donde nos sea posible.