¿A poco siempre la vida es buena, disfrutable?
En soledad contemplo mis miserias, otros prefieren distraerse de ese pesar, de esa conciencia de que un día, gracias a Dios, se nos va a acabar el 20. Habremos hecho todo lo que estuvo a nuestro alcance para salir adelante en esta durísima tarea de vivir.
Esta verdadera sensación de no importale a casi nadie, de ser y estar aparte todo el tiempo sin vínculos fuertes.
Esa necesidad de exhibirse como si el mundo real se tratara de una puesta en escena de una serie de bajo presupuesto, sobretodo de la mujer y su creencia en ser un objeto del deseo, una muñeca de aparador.
Por lo pronto la seriedad es despreciada. El sistema está pensando por nosotros. Los menospreciados de ayer son los resentidos carceleros de hoy.
La pandemia no tiene fin porque es un fin en sí misma.Sigo con la fraudemia. Es inevitable porque ya se consolidó, no hay resistencia. Perdimos ante todo lo dado por hecho de la muchedumbre. Ahora cualquiera es experto en vacunación, en tratamientos, en olas de contagios, en semáforos. Esto último de los semáforos es humillante. Verde todo bien, amarillo cuidado. Naranja¡ la naranja es peligro. Rojo comunismo, adios tu libertad.
Cuando alguien habla de contagios, de cubrebocas, de muertes, de semáforos, de no cuidarse, de cuidarse demasiado porque el biruz está cabrón, yo retuerzo los ojos como queriendo verme la nuca por dentro.Cuando llevas varios días sin salir, la tv, el radio o los jodidos vecinos siempre nos están informando de la fraudemia.
Nuestra vida gira alrededor de miedos imaginarios. Todo para olvidar que sólo tenemos una vida y que debemos aprovechar.
No sé si vivir sea un purgatorio o si al morir entremos a un purgatorio ya no de cuerpos sino de almas. Eso dice la Iglesia de esto último, que al morir no vamos al cielo sino al purgatorio a pagar por nuestras culpas. Si yo veo la vida como un purgatorio que cada día está pareciendo un infierno, un lugar sin Dios.
Con qué gusto me uniría a una guerra tipo Armagedón.
Seguramente tendría miedo de morir pero el miedo no nos hace inmortales. Nada nos salva, ni vivir bien ni vivir mal. La realidad es que vamos a morir.
Vamos a morir, chingado. ¿Cómo podemos estar tan tranquilos?
Yo sé que todos vamos a morir, todos los animales, todo lo creado. Todo de todo. Unos antes, otros después, otros tantos sin esperarla. Pero todos tendremos que morir. Saber esto me basta y sobra para entristecerme todo el tiempo. Quien sabe si quiera morir muy viejo cargando un costal de pecados y dolores. Lo ideal sería en una guerra, una guerra espiritual. Luchar con una imagen de Dios por si luego de la vida no lo vemos. Eso estaría genial.
Antes la gente escribía sus memorias y se iban creyendo que muchos las leerían. Ahora sólo tenemos estos espacios semicontrolados donde no están excentos de censura.
Cuando ya no estemos esto será la único que quede de nosotros y mientras el sitio exista.
No quería llegar a este punto, donde el hacer algo es lo mismo que no hacer nada.
Es porque no hay una vigilancia de la primacia absoluta de la espiritualidad. Es un mundo sin Dios.
Y no lo podemos evitar.