Pocos, muy pocos placeres tenemos los viejos amargos. Entre ellos está leer, escuchar música, ver televisión y comer, una actividad que puede ser hasta intelectual.
Porque ya ni el sexo, qué hueva me da. Quitarse la ropa con éste frío inmisericorde, seducir, calentar, veinte minutos de duro y dale y luego a dormir una hora. Ni aunque mi mujer fuera comunista y me diera permiso de tener relaciones sexuales con otras no lo tomaría ni por muy buena que estuviera la o las fulanas. Soy más de comer que de coger. Es mejor. No estoy tratando de convencer, la vida sexual del prójimo a mí no me importa.
Antes el sexo era estimulante y uno se iba a los antros aunque no agarrara ni la hora. Ya sea por pobre, por feo, por gordo o por todo eso junto, ir al antro o ir de fiesta me da mucha hueva, no me la paso bien. Toque quien toque y estén como estén, paso de todas las fiestas. Me gustan más las pequeñas reuniones y siempre que tengan algo bueno de comer. Unos tacos, unas pizzas, pastas, pollo frito, unas cervezas, vino, café, postres, chocolates, semillas, papitas sobritas, barcel, churros, tostitos.
A mi gusta comer rudamente, le entro a los dentros de pollo, de res, a los mariscos, clamatos, micheladas.
Comer y comer. Y platicar, escuchar música a un volumen moderado. La gente que no le gusta el buen comer es insatisfecha y aburrida. Barriga llena corazón contento.
Verdeth