viernes, 10 de diciembre de 2021

MUERTE, FILOSOFÍA Y POLÍTICA


Filosóficamente quiero llegar a concretar una filosofía que no vea la muerte como una desgracia, como lo peor que nos pudo suceder o el fin de nuestro mundo. Me he dedicado por años a pensarla. Pero me resisto a profundizar demasiado en ella. Primero porque toda la gente que conozco odia la muerte. Viven como si la muerte nunca ocurrirá.
Regularmente cuando a alguien se le va acabando la batería del teléfono ¿nos preocupa? Obvio no. Sabemos que lo cargará de nuevo tarde o temprano. Más bien nos preocupa que nuestro teléfono tenga suficiente energía.  Es lo mismo en la vida; hay que aceptarlo: a nadie le importamos una mierda. Si estás enfermo, viejo, discapacitado, si estás solo, si eres pobre, si tienes algo de comer, si pasaste frío, si estás deprimido y hasta si te quieres suicidar, a nadie le importamos una chingada hombre. 
Yo acá no cuento con nadie. Yo, antes un ser sociable, fiestero, con mil amigos de varios países y ciudades de la aldea "global" en donde tuve amigas, novias, amantes, ahora mismo no tengo a nadie. En unos años perdí cientos de amigos. Creo en Dios pero no me considero su amigo. En todo caso soy uno de sus hijos deformes. Hay amor para el Creador, admiración, fascinación religiosa, pero una buena relación no tengo. Ya no estoy en edad de culpar a los demás por todo, acepto que no he mejorado mucho nuestra relación. Tengo un Dios que me ve pero humanamente me pregunto: ¿Dios me escucha? 
El otro día vi en un mensaje de watzap una ejecución de 4 muchachos que estaban bebiendo tranquilamente afuera de una casa. Primero tiraron a 2 y los otros 2 desenfundaron sus armas y respondieron pero aquellos eran más y tenían ametralladoras mientras los baleados solo 2 con pistolas. Ni idea de donde era, pudo ser en Estados Unidos o México, en Sudamérica. Cachuchas, camisetas grandes, pantalones aguados, tenis. Los de las ametralladoras fueron hasta ellos y de cerca los dejaron como coladeras.
Y eso pasa todos los días en todo el continente americano. Tanto, que a la gente ya le vale. Andaban en malos pasos -dicen- y nosotros a seguir en lo nuestro. 
Sin embargo la familia suele ser muy aprensiva. Hay familias que cuando alguien se enferma, se angustian y el ámbito familiar se tensa, se hace y deshace con tal de volver a la normalidad. 
Yo quisiera desarrollar una filosofía del Bien morir, de la muerte como algo bueno, como un proceso para estar mejor. Así lo veo. Y a diario la vida nos va quitando minutos, horas, días, meses, años, a todos y cada uno. Nos va quitando la belleza, en caso de contar con ella, nos va arrancando los dientes, el cabello, la fuerza y la salud.
Negar este proceso es posible. Habría que ser muy superficial para que esa verdad no nos afecte. Vivir solamente sin pensar en la muerte. Así cómo el presidente que cree que será eterno, que será alguien bien recordado por muchos años. Aunque él sepa que es un mediocre, vulgar, ratero y mentiroso. A los únicos que les da y quita es a sus funcionarios, a su desgobierno, porque es un hecho: al país no le hace ningún bien.
Es porque el presidente es un pusilánime. Querer trascender por décadas y ser recordado por siempre es el deseo de un hombrecillo temeroso de la muerte. Sabe que su destino es el infierno, por eso hace y dice tanto mal. Nadie, ningún gobernante es recordado de buena manera. Eso sólo es posible en la mentalidad retorcida de los fanáticos dementes, que los presidentes tienen por miles. Que su figura sea vista a diario en los libros de historia como un gran ser humano, como un prócer, como un salvador de la patria y ni al caso, nunca lo logrará ni con todo el dinero que ha robado.
 Qué jodidamente cobarde y megalómano. Y mírenlo con esa panza de perro muerto a punto de reventar, con esa facha, esa patética figura que no provoca más que risa y pena antropológica. No aceptar la muerte crea esta psicosis en la gente y más cuando la vida les da una cuota de poder, se vuelven locos, se sienten inmortales.
Pero esos pensamientos idealistas e inmortalidad, de gloria, de historia le quedan a los hombres jóvenes, heterosexuales, valientes, cultos, gallardos y no a mediocres políticos de quinta manipulables, anodinos, hipócritas y falsos temerosos de lo inevitable que es la muerte. Además de no ser un ratero consumado no tendría dinero para cumplir sus grandes caprichos. Un mediocre no tiene ideales sino caprichos, ocurrencias y miedo a la muerte y por lo tanto a la vida, al amor y a la verdad.