Antes de una traición, de una trampa, de un fraude o de una decepción, la Divina Providencia nos da señales, pruebas o advertencias de lo que ha de suceder. No atender estas señales, restarles importancia, es el comienzo de la tristeza y la pérdida. Un traidor antes de realizar su gran traición, va dando muestras de pequeñas traiciones a sí mismo y es cosa de tiempo cuando el traidor deja de traicionarse, de hacerlo evidente, para luego dar su estocada envenenada de traición. Su complejo de inferioridad, miedo o envidia provoca dejar de traicionarse y toma valor para traicionar a otros. Las señales de una inminente traición suelen ser desinterés, desapego, desprecio, asumir una inesperada postura decepcionante, quedar mal, hablar mal de algo que el otro aprecia o hacer algo indebido y lastimoso contra quien ha de ser lastimado y esperar a lo lejos su reacción, nunca en presencia, nunca en persona.
Hay que atender los llamados, observar cuando apenas se den para cuando el traidor actúe, nosotros ya estemos listos y espiritualmente despiertos para que el daño sea menor.